Cierto día, un apuesto joven se acerca a una joyería y pide que
le muestren anillos de compromiso. La encargada lo lleva a la sección correcta
y le hace la pregunta de rigor: «¿Se casa, señor?». «No, señorita», responde.
«Pues mire, yo crecí sin saber quién era mi padre, y es que mamá nunca me lo
dijo, pero a pesar de que ella quedó embarazada muy joven y él la abandonó
conmigo en su vientre, ella jamás me dijo nada malo de él.
Yo quise cultivar odio y resentimiento hacia este hombre que no
estuvo presente, se fue sin dejar rastro alguno, y aunque muchas veces lo
necesité y hubiera querido exigirle una explicación a su conducta, el amor de
mi madre, y la ausencia de juicio en contra de este hombre, formaron en mí un
hombre sin resentimientos y rencor.
He visto a mi madre salir adelante, y a
pesar de sentirse sola, abandonada, despreciada y avergonzada, tomó la decisión
más valiente y amorosa que cualquier mujer puede tomar en medio de su
circunstancia: decidió tenerme y amarme». Luego continuó: «El anillo es para mi
madre, ella se lo merece. Quiero demostrarle que aunque mi padre no se lo dio
cuando a él le correspondía hacerlo, yo creo que ella es la mujer más valiente
y hermosa que pisa la tierra».
Ciertamente, el plan de Dios es que hombres y mujeres se casen y
formen un hogar, pero si se culpa al matrimonio por no haber encontrado la
felicidad, sólo se experimentará frustración, porque nadie puede llenar los
vacíos emocionales que uno mismo ha sido incapaz de llenar. El único que lo
llena todo en todo es Dios.
Planteo las siguientes preguntas: ¿Estoy condenado a vivir en un
hogar disfuncional porque no tengo un cónyuge al lado?¿Qué determina que mi
hogar sea funcional o disfuncional?¿Qué determina, que esto que no planeé ni
soñé, sea un lugar de refugio para mis hijos?
Lo cierto es que hay una necesidad fundamental en todo ser
humano, la de amar y ser amado, lo triste es que hemos idealizado el amor
romántico en detrimento de todas las formas de amor que existen. Esto nos ha
llevado a pensar que la única manera de canalizar el amor, es a través de las
relaciones románticas.
La dinámica familiar es la que determina si un hogar es
disfuncional. Si usted lo llena de odio, y palabras rencorosas contra el cónyuge
ausente, usted mismo fomentará ese sentimiento en sus hijos, porque no querrán
casarse en el futuro.
¿Quién hace la diferencia? Eclesiastés 7:18 dice: «Quien tema a
Dios, saldrá bien en todo». Eso quiere decir, que tendrá las fuerzas para
levantarse, criar bien a sus hijos, vivir feliz, y sentirse completo. Aquel que
se refugie a la Sombra del Altísimo, tendrá vida y paz.
Hoy celebro a las abuelas y madres que sacaron adelante a sus
hijos, sin envenenar sus corazones, logrando guardar sus almas para enseñarles
que hay esperanza, vida y ánimo; que no todo está destruido, y que en medio del
dolor, el Señor nos sostiene y nos pone a caminar de nuevo.
Hoy celebro la vida de mi abuelita que quedó viuda con ocho
hijos. Trabajó vendiendo verduras, periódicos y algo más para sostener a sus
hijos. Un día llegaron a sus oídos las puras y dulces palabras del Evangelio,
ella creyó y tuvo tal fe, que nos alcanzó a todos hasta hoy. Esa misma fe, nos
permitió entender que no había otro camino que el escrito en el libro de
Eclesiastés: TODO LO HIZO HERMOSO EN SU TIEMPO.
Como mujer, usted tiene la capacidad para convertir en
maravilloso el tiempo que está viviendo, y para creer que sus hijos serán
levantados con ánimo, fuerza y entusiasmo. Ellos desearán formar sus familias,
amar la vida y lo que Dios les ponga a la mano, porque la madre que guarda el
corazón de sus hijos, hace una gran diferencia.
El éxito en la vida de una mujer, consiste en entender que puede
dejar el pasado atrás y correr para refugiarse bajo las alas del Altísimo, en
los brazos de aquel que lo llena todo.
El éxito es un proceso continuo, y la conquista perpetua del
alma, es sanar las emociones. No es la ausencia de problemas o no experimentar
dolor mientras caminamos por la vida, sino la satisfacción del deber cumplido.
Es también soltar el pasado para que deje de mortificar el
presente, y comprender que si ayer fuimos tres, y hoy somos dos, puedo volver a
comenzar, pero con la capacidad de multiplicar lo que tengo, de seguir amando y
de volverlo a intentar.
El éxito es dolor y alegría, fracaso y triunfo, y la esperanza
plena de saludar a lo lejos lo que Dios tiene apartado para mí en el futuro. No
es para los de cierta edad o los que tienen cierta condición física, sino para
los que se refugian en Dios, se ven completos, guardan su corazón, sanan su
alma y lo transmiten a los que están a su alrededor.
Éxito, es comprender que doy el primer paso en el momento que
dejo ir al pasado que duele, que aunque yo sea la persona que falló o pecó,
Dios me ha perdonado y me pone de pié. Es permitir a nuestro Señor Jesucristo
que me vista con dignidad y me permita caminar de nuevo con esperanza y ánimo.
Las madres que no tienen cónyuge, aunque tal vez quisieran
tenerlo para compartir la carga, pueden guardar el corazón de sus hijos sin
lastimarlos.
No claudique, porque es lo que le permite alcanzar el éxito.
Recuerde que, cuando exista una cruz, también hay resurrección.
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