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La convivencia en pareja suele describirse en ocasiones de formas muy distintas. Se muestra como una aventura emocionante, como un camino lleno de pruebas y desafíos, como una oportunidad para compartir sueños y proyectos, como un escenario de encuentros y desencuentros, como un lugar donde nos adentramos a vivir, a crecer, a pulir nuestras ásperas  características, donde aportamos lo mejor de nosotros y donde nos dejamos influenciar por lo mejor de nuestra pareja, entre muchas otras descripciones.
Pienso que estas y otras más definiciones de la convivencia en pareja manifiestan de manera acertada aspectos relevantes  de dichos vínculos. La vida en pareja es un poco de todo eso.
Pero aunque al inicio de la convivencia se suelen sobre dimensionar las expectativas positivas de la relación, los sentimientos amorosos, los sueños y anhelos de pareja, los deseos y proyectos que motivan y emocionan, lo cierto es que gran parte de las parejas, con el transcurso del tiempo, apuntan más bien a los desafíos y pruebas, al esfuerzo que se debe realizar para superar las dificultades con los niños y adolescentes -cuando llegan-, los desgastes que producen el cansancio y el estrés de nuestros días, las dificultades económicas, laborales y de la salud familiar.
Cuesta mucho encontrar en las reflexiones y evaluaciones de las parejas los balances apropiados, las manifestaciones de que en la convivencia se trata sobre todo de un caminar constante, de una construcción permanente, que enfrenta pruebas y desafíos, pero que igualmente debe ser disfrutada y vivida intensamente.

¿Cómo aprender a disfrutar?
Disfrutar es una decisión
La pareja debe tener presente que, por encima de las circunstancias y de los factores externos, se debe tomar la decisión de disfrutar la convivencia. En efecto, las dificultades vendrán inexorablemente, las diferencias existirán, los problemas serán realidades ineludibles, pero la pareja debe decidir estar juntos, enfrentar las adversidades unidos, seguros de que toda noche es seguida por un hermoso amanecer.
El equilibrio apropiado resulta de una valoración que debe hacer toda pareja en cuanto a que si bien la vida trae consigo sus propios afanes y contrariedades, cada pareja debe vivir con optimismo, seguridad, confianza y esperanza. Esta convicción trae paz, libertad y certeza, y posibilita, además, el encuentro del disfrute, el bienestar y la felicidad.
Elegir disfrutar siempre en pareja no es una utopía. Es posible cuando ambos coinciden no solo en el sentimiento sino, sobre todo, en la voluntad de permanecer juntos, inyectando ilusión, emoción, novedad y motivación todos los días.  Se trata de decisión, de una decisión que se adopta en libertad y con empeño, y es así como se aprende a disfrutar.

Disfrutar compartir y dialogar
El tiempo de pareja, el compartir cotidianamente, no debe decrecer con los años. Si esto sucede, se va produciendo el alejamiento, el desgaste, la costumbre y, en gran parte de las convivencias, el aburrimiento...
Las parejas deben disfrutar su relación, mantener la proximidad y la fluidez en la comunicación y el diálogo, no pensar que todo está ya dicho y abrir espacios a los malos entendidos y a las interpretaciones equivocadas. La pareja debe practicar la sana comunicación, donde no solo existan expresiones afectivas abundantes y positivas, sino también oídos dispuestos a escuchar con atención.
 
Disfrutar sueños comunes
Otro aspecto fundamental para lograr el disfrute con la pareja es mantener siempre proyectos comunes en perspectiva, compartir sueños acerca a la pareja y mantiene los corazones latiendo en una misma sintonía.
Pensar juntos en proyectos que a ambos les apasionen no solo los mantiene unidos sino les permitirá emprender tareas compartidas, fijar intereses comunes y festejar logros de pareja.

Disfrutar tiempo de pareja
Los tiempos de familia son necesarios, pero los tiempos de pareja resultan indispensables. Se deben programar actividades, paseos, salidas al teatro, a cenar...nunca dejar de sorprenderse con momentos especiales de pareja, en donde se converse, se comparta, se expresen sentimientos y deseos.
Aún en el propio hogar, con hijos pequeños, y todavía más si ya crecieron y no están en casa, las parejas deben compartir tiempo y espacio. Ambientar el lugar, hacerlo agradable y hermoso, que haga a la pareja sentirse en privacidad y confortable.
 
Disfrutar la intimidad
Disfrutar en pareja también implica no descender en la proximidad íntima. Muchas parejas confiesan que este es un factor que con el tiempo empieza a afectar sus vidas. Pero no tiene por qué ser así. Existirán cambios emocionales, físicos, fisiológicos y hormonales en uno o en ambos, y que la pareja deberá asumir. Pero en todo momento debe prevalecer el diálogo, el respeto, la comprensión, el amor y los acuerdos. Estos cambios no deben implicar distancia y enfriamiento de la relación.  Lo que proponen son ajustes y reaprendizajes, nuevas formas para disfrutar y no mermar ni la pasión, ni el romance, ni el disfrute de ambos.

Las relaciones de pareja, el amor conyugal, es un vínculo que debe ser permanente, estable, saludable, trascendente. Un concepto apropiado de la vida en pareja supone asumirlo no como carga ni como obligación, sino como un vínculo que se disfruta para siempre, que se renueva permanentemente y que, haciendo prevalecer el amor, es capaz de llevar a ambos al mayor nivel de felicidad humana que se conoce.
Fuentes enfoquealafamilia.com

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