La comunidad del cañón del
Marañón, en la región Amazonas, atesora una preciada joya que fue descrita como
el "Rolex del chocolate", "el más exquisito del mundo"
—aseguran los conocedores—. La BBC Mundo dio a conocer el secreto de donde nace
el árbol puro nacional, cuyos únicos granos de cacao han ganado prestigio
internacional al ser usados por fabricantes de élite.
El hecho de que el cañón del
Marañón haya permanecido relativamente intacto ha sido una bendición; fue aquí
donde floreció el árbol puro nacional, que produce algunas de las semillas de
cacao más raras del mundo.
Este ancestral árbol originario
de la jungla del Amazonas ostenta la distinción de proporcionar la variedad de
cacao más antigua e inusual. Tiene al menos 5,300 años de antigüedad.
Entre los siglos XVII y XVIII, el puro nacional se cultivó
ampliamente en Ecuador, donde sus apreciados granos ayudaron a impulsar el que
fue el mayor suministro global de cacao. Pero después una enfermedad se
extendió por los bosques de Ecuador, diezmando al muy delicado puro nacional.
Mediante el cruce con otras variedades más resistentes, los
agricultores lograron detener la propagación del mal, pero los nuevos árboles
cruzados ya no producían el cacao de alta calidad del puro nacional, narra la
BBC Mundo.
Hacia principios del siglo XX, los expertos declararon al puro
nacional extinto. Se creía que su delicioso cacao se había perdido para
siempre. Por fortuna, eso cambió hace relativamente poco.
Un hallazgo
"especial"
En 2007, dos estadounidenses, Dan Pearson y su hijastro Brian
Horsley, que suministraban equipo y alimentos a compañías mineras de los
alrededores del cañón del Marañón, cerca de la frontera con Ecuador, se
encontraron con un extraño árbol en cuyo tronco crecían vainas del tamaño de
una pelota de fútbol.
Perplejos e inseguros, Pearson y Horsley enviaron varias
muestras al Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas
en inglés) en busca de respuestas. Para sorpresa de todos, se confirmó que
pertenecían al árbol puro nacional.
Ubicado entre la cordillera de los Andes, el río Marañón dio
forma al cañón, creando un límite natural que salvó a un pequeño grupo de
árboles de esa variedad de caer enfermos.
Nadie podía creer que estos dos hombres hubieran tropezado con
aquel árbol de cacao que se daba por perdido desde hacía tanto tiempo.
"Cuando nos llamaron con los resultados de las pruebas
genéticas y nos preguntaron '¿están sentados?' supe que habíamos encontrado
algo especial", cuenta Pearson.
Los árboles del cacao son originarios de la selva amazónica que
se extiende ampliamente por Perú, pero se cree que los incas, a diferencia de
los mayas y aztecas —que fermentaron, tostaron y molieron su fruto para hacer
una bebida amarga que usaban en rituales religiosos— no lo consumieron
demasiado.
Los misioneros españoles del siglo XVI consideraban repulsiva
esa bebida, pero cuando se le añadió azúcar tras ser enviada a España, el
chocolate se convirtió en un éxito mundial. Así fue como nació una industria
global que durante los siguientes siglos estaría dominada por el chocolate
producido con las semillas del puro nacional.
Aunque la mayoría de las semillas de cacao suelen ser moradas,
las de esta variedad son blancas. Tienen un sabor afrutado y floral, y no son
amargas.
Tras haber sobrevivido al aislamiento durante un siglo, los
árboles del puro nacional del cañón del Marañón desarrollaron una mutación
genética que les hizo producir un número significativamente mayor de vainas
blancas que púrpuras que los árboles que habían sido cultivados en Ecuador
siglos antes.
Chocolate
del "árbol madre"
Encontrar esos árboles fue el comienzo de la inmersión de
Pearson y Horsley en el mundo del chocolate.
El ejemplar con el que se toparon todavía se encuentra en la
propiedad de un agricultor local conocido como don Fortunato.
Utilizando plantas de semillero de lo que ahora llaman el
"árbol madre", los dos hombres fundaron Marañón Chocolate y
comenzaron a cultivar la variedad en el cañón.
Trabajando con agricultores locales como Fortunato, Pearson y
Horsley aprendieron cómo cuidar los árboles y cómo fermentar y secar los
valiosos granos de cacao una vez cosechados.
Cuando dominaron estos pasos, Pearson viajó a Suiza para que un
famoso chocolatero convirtiera sus semillas de cacao en un chocolate único.
Este chocolatero, cuyo nombre Pearson prefiere no revelar, le
fue recomendado por Franz Ziegler, un premiado repostero de renombre mundial, y
por su colega Paul Edwards, de Chef Rubber, una compañía de suministros
culinarios.
"En nuestra experiencia conjunta de 50 años trabajando en
el mundo del chocolate nunca habíamos probado un sabor como ese", dijeron
Zeigler y Edwards en un comunicado en 2011, cuando se presentó el chocolate al
Instituto de Educación Culinaria de Estados Unidos.
"Quisimos experimentarlo nosotros mismos. Así que viajamos
a Perú, conocimos a las familias de los agricultores, vimos los árboles, las
semillas de cacao blancas e hicimos la prueba genética. Luego observamos la
evolución en el procesamiento. Vimos el pasado y el futuro del chocolate".
"El
Rolex del chocolate"
Pearson y Horsley siguen cultivando sus árboles puro nacional y
cosechando las semillas según la tradición local, un proceso que los visitantes
pueden presenciar entre mediados de enero y principios de junio.
Durante la temporada de cosecha, más de 400 agricultores que
suministran cacao a Marañón Chocolate se levantan al alba para cortar a mano
las vainas, utilizando largos palos de bambú con cuchillas en sus puntas.
Pearson o Horsley inspeccionan las vainas y se aseguran de que
contengan la proporción correcta de semillas blancas.
Luego se extraen a mano y las compran a los agricultores,
pagando casi un 50 % por encima del precio del mercado local para apoyar su
trabajo.
Las semillas viajan después varios kilómetros hasta la fábrica
de Marañón Chocolate, primero en burro y después en moto.
Homenaje a
don Fortunato
Son secadas y fermentadas antes de ser enviadas a Suiza, donde
se procesan con una máquina antigua que sirve para hacer chocolate líquido y
crear el producto final: Fortunato número 4.
El producto más característico de Marañón Chocolate fue nombrado
en honor de don Fortunato.
Lleva el número cuatro porque el USDA concluyó en la cuarta
muestra genética que realizó que era, efectivamente, el legendario cacao
perdido.
Chocolateros internacionales han elogiado su rico sabor, su
suave textura y su falta de amargura.
El pastelero suizo Roger Von Rotz lo describió como "el
Rolex del chocolate", "el más exquisito del mundo", y el chef
peruano Gastón Acurio dijo sobre él: "Es el mejor chocolate que he probado
en toda mi vida".
Su venta se limita a fabricantes de chocolate de élite que luego
hacen creaciones para el consumidor y lo ponen a disposición de los compradores
a través de internet o de tiendas de todo el mundo, desde Reino Unido hasta
Australia.
Ser la casa del chocolate más inusual del mundo llena de orgullo
a la comunidad del cañón del Marañón. Gracias a sus únicos granos de cacao, su
prestigio ha aumentado internacionalmente.
Don Fortunato, que recauda regalías de las ventas de Fortunato
número 4, dice que es un hombre feliz. "Me ha ayudado económicamente y me
hizo famoso", aseguró con una gran sonrisa.
Todavía sigue cuidando al puro nacional de su propiedad, la
"madre" del chocolate que regresó de entre los muertos.
Fuente: diariocorreo.pe
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